EL COCINERO QUE SE SINTIÓ DESNUDO
Érase una vez un gran cocinero que se vestía con chaquetas raídas, pantalones oscuros y delantales arrugados, ya que el dueño del restaurante no entendía la necesidad de proporcionarle un buen uniforme. ¿Para qué si enseguida se iba a manchar? Tampoco le preocupaba su imagen debido a que pasaba todas las horas en la cocina, a la vista únicamente de sus ayudantes, quienes, al igual que el cocinero, vestían de cualquier manera.
Pero el caso es que nuestro protagonista cocinaba muy bien y el local se iba llenado de clientes satisfechos. Parecía que todo andaba sobre ruedas hasta un día que un comensal se entusiasmó con los platos que le habían servido y le comentó al dueño su deseo de felicitar al cocinero. Insistió tanto, que no pudo negarse y le llamó para que acudiera al salón-comedor.
La perplejidad del rostro del cliente ante el desaliñado cocinero fue indescriptible. No pudo pronunciar palabra. Durante aquellos segundos, que les parecieron una eternidad tanto al dueño, como al cocinero y al comensal, pasaron por su mente miles de sensaciones e imágenes desagradables. El cliente comenzó a dudar sobre el buen hacer en la cocina del restaurante, el dueño notó que su gran error le aplastaba como una losa, mientras que el cocinero se encontró tan incómodo que se sintió desnudo.
Todavía son muchos los dueños o gerentes de restaurantes que se despreocupan del aspecto de su personal de cocina. Sinceramente, nos parece inadmisible que mantengan esta actitud con tal de no realizar una pequeña inversión.
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Vestir bien al personal de la cocina reporta beneficios de inmediato. La restauración está pasando por un momento álgido. Despierta un gran interés y tanta curiosidad que los clientes perciben hasta el mínimo detalle. Y sí, aunque una cocina no esté a la vista, son muchos los comensales que no reprimen su deseo de echar un vistazo a lo que se cuece en el establecimiento.